La aromaterapia utiliza los aceites esenciales de ciertas plantas aromáticas, como método terapéutico para mejorar tanto el estado físico como el estado emocional. De las plantas aromáticas se extraen los aceites esenciales con diferentes acciones terapéuticas.
Desde hace cientos de años. Chinos, hindúes, egipcios, griegos y romanos usaron los aceites esenciales en cosméticos, perfumes y medicinas. Del mundo árabe, viene el arte de extraer los aceites esenciales por destilación con vapor de agua, en donde el gran médico Avicena creó el alambique que permite obtener aceites esenciales. En la edad media, los boticarios (farmacéuticos), se hacían llamar aromatherii.
En 1928 el farmacéutico francés, René-Maurice Gattefossé fundó la ciencia de la aromaterapia moderna o el uso de aceites esenciales, después de haber experimentado él mismo, los efectos beneficiosos de la lavanda, en la quemadura de su mano, en una explosión en su laboratorio. Sumergió la mano en un recipiente de aceite esencial de lavanda. La curación y cicatrización de la herida fue espectacular. En 1929, Sévelinge, farmacéutico francés, se dedica al estudio de la medicina veterinaria y confirma el alto potencial antibacteriano de las sustancias aromáticas. En 1975, Puerre Franchomme, aromatólogo, aporta el concepto de quimiotipia (o raza química de la especie), perfecciona los resultados de esta disciplina, porque su precisión permite reducir los fracasos terapéuticos y disminuye los efectos secundarios o los riesgos de toxicidad.
Los aceites esenciales son eficaces en numerosas patologías víricas, bacterianas y parasitarias, en afecciones inflamatorias y dolorosas de los músculos, tendones y articulaciones. Los aceites pueden usarse en estado puro, en difusión atmosférica, por vía oral y por via cutánea, además también pueden diluirse en aceites vegetales y en cremas.